La regla de los dos minutos
A veces cumplir con los hábitos no es para nada sencillo. Yo soy la típica persona que tiene periodos de motivación intensa bastante a menudo. En estos momentos es bastante sencillo comenzar a hacer actividades nuevas, cambiar ciertas rutinas y construir ciertos hábitos. El problema es que esa motivación no es ni duradera ni constante. Además, hay muchas veces que la motivación o el sentimiento de bienestar viene tras la realización de la acción por lo que no puede ser la fuerza que nos impulse a empezarla.
Por ejemplo, correr una maratón no es algo que apetezca en si mismo (al menos para mi), lo que me pone por las nubes es la sensación de terminarla, de estar fuerte y de mejorar. Por eso, tenemos que encontrar soluciones que nos arropen en ese momento decisivo que comentábamos en el artículo anterior. Ya hemos mencionado varias de ellas como conectar hábitos en una cadena, hackear nuestro contexto para que la decisión sea más natural o minimizar la fricción de la misma. Sin embargo, hoy le toca el turno a una de mis favoritas: La regla de los dos minutos.
Como te contaba al principio, muchos de mis hábitos empezaron en momentos de motivación intensa y eso no siempre es bueno ya que sientes que puedes cambiar mucho más de lo que en realidad puedes. Si además lo juntas con mi nivel de exigencia y cierto perfeccionismo… la concusión es que mis hábitos eran simplemente irrealizables. Por ello me di cuenta de que si quería cambiar y ser mucho más productivo (en muchos ámbitos de mi vida), tenía que fijarme objetivos ridículamente simples y una vez que ese nivel estaba consolidado, ir aumentando el nivel de complejidad progresivamente.
Aquí es donde entra en juego la llamada regla de los dos minutos y tal y como su nombre indica, el único requisito cuando empiezo un nuevo hábito es que su ejecución no supere los dos minutos de duración: Tocar el piano dos minutos, leer un par de páginas de un libro, escribir una frase del día en lugar de tener un diario… De este modo, poco a poco vas a ir descubriendo los beneficios que son consecuencia de esa nueva acción, los sentirás importantes en tu día y ésa fuerza será la que impulse la ejecución de un hábito más complejo en el futuro.
En mi vida es especialmente útil cuando tengo que hacer deporte y me siento especialmente perezoso, lo que me digo a mi mismo es que el objetivo es salir y hacer solamente un kilómetro por lo que me es mucho más sencillo empezar. El truco está en que una vez que estoy haciendo la acción, me siento tan bien que el cuerpo me pide más tiempo.
Como siempre, espero que este artículo sea de utilidad para ti y que disfrutes aplicando la regla de los dos minutos para convertirte en la versión de ti mismo que quieres ser. Nos vemos en la siguiente publicación.